La importancia de la Inteligencia Emocional
Desde la infancia se nos inculca la importancia de tener un Coeficiente Intelectual o IQ alto. Sin embargo, poseer un porcentaje elevado de esta métrica no nos garantiza completamente nuestro éxito profesional.
Actualmente los profesionales con mayor éxito y los mejores resultados no son necesariamente aquellos que obtuvieron las mejores calificaciones cuando se encontraban en la universidad, su trayectoria exitosa se debe a que han sabido manejar sus emociones y hacer que estas trabajen a favor de sus habilidades intelectuales. A esta habilidad se le conoce como «Inteligencia Emocional».
Este concepto, acuñado en 1990 por los psicólogos Peter Salovey y John Mayer, comenzó a tomar relevancia 5 años después cuando el periodista e investigador del New York Times Daniel Goleman público su libro «La Inteligencia Emocional». En él se discutía que el concepto tradicional que la sociedad tiene sobre la inteligencia en realidad no facilita las relaciones interpersonales, ni tampoco a nuestro equilibrio emocional o a nuestra salud mental. Entrando en el ámbito de lo profesional, cuando se presenta alguna crisis que requiera solución, aquel individuo que presente un mejor control de sus emociones saldrá avante de la problemática a la que se enfrente.
El modelo propuesto por Salovey y Mayer dice que la Inteligencia Emocional está compuesta por 4 grandes partes:
- Percepción y Expresión Emocional: Reconocer de forma consciente nuestras emociones, identificar qué es lo que sentimos y tener la capacidad de etiquetarlos verbalmente.
- Facilitación Emocional: Ser capaces de generar sentimientos que faciliten el pensamiento.
- Comprensión Emocional: Integrar lo que sentimos dentro de nuestro pensamiento y saber considerar lo complejo de los cambios emocionales.
- Regulación Emocional: Saber dirigir y manejar las emociones positivas y negativas de forma eficaz.
Aquellas personas que demuestran tener un excelente manejo de sus emociones suelen demostrar en el campo de trabajo una mayor autoconfianza, tomar la iniciativa en proyectos importantes, mantienen la calma ante situaciones de estrés alto, demuestran empatía frente a sus compañeros de trabajo, colaboran fácilmente y tienen una buena comunicación con los demás.
A diferencia del Coeficiente Intelectual que tiene un cierto límite en cuanto lo podemos desarrollar, la Inteligencia Emocional puede mejorarse día con día. Esto puede de manera asistida con un profesional, pero también existen métodos que todos podemos aplicar de forma individual:
- No huir de nuestros sentimientos: Al menos una vez al día reflexionar y preguntarnos a nosotros mismos. ¿Cómo me siento?
- No juzgar ni censurar lo que sentimos inmediatamente: Analizar nuestras emociones negativas desde una perspectiva externa para determinar porque están ahí y si podemos sacar algo de provecho de ellas.
- Encontrar las conexiones entre nuestras emociones: En una situación emocional difícil, debemos reflexionar si nos hemos encontrado en este punto con anterioridad y que hicimos para resolverla.
- Aprender a controlar las emociones contradictorias: Ocasionalmente tendremos un montón de sentimientos que se contradicen unos a otros. Debemos escucharlos como si fueran testigos en un caso y a partir de esa base sacar un veredicto objetivo.
- Escuchar a nuestro cuerpo: Nuestras emociones se suelen reflejar en sensaciones físicas. Por ejemplo, si nos duele el estómago probablemente tengamos alguna situación de presión o sin resolver que debemos atender.
- Controlar el nivel de estrés: Cuando podemos diagnosticar que es lo que estamos sintiendo y porqué, podemos mantener un equilibrio ante situaciones de presión.
- Usar el humor y el juego para enfrentar los desafíos: La risa es uno de los mejores recursos que tenemos para disminuir el estrés y mejorar el estado de ánimo en general.
- Resolver los conflictos de manera positiva: Todos tenemos pensamientos y opiniones diferentes, por lo que es normal tener desacuerdos entre unos y otros. Esto no quiere decir que sean malos, si los vemos como una oportunidad para crecer o aprender algo nuevo, afrontaremos estas diferencias con una actitud más positiva.
- Escribir nuestros pensamientos y sentimientos: Se ha comprobado en diversas investigaciones que escribir nuestros pensamientos ayuda a la autorreflexión y tener una mejor perspectiva de lo que sentimos.
- No enfocarnos en las emociones negativas: Analizar de más los sentimientos negativos puede llevarnos a seguir en un estado de ánimo de pesimismo, por lo que hay que tener un balance en que tanta introspección a dichas emociones le dedicamos.
Fuente: Revista Iberoamericana y Recursos de Autoayuda